La calle de Bonaire Alt, donde el aire era bueno, discurría paralelamente a los edificios de la Canónica y el Castillo del Rey. La calle de la Bisbalia, llamada así por ser el Palacio Episcopal su edificio más importante, hacía lo mismo, pero por la parte de la catedral encarada al río Segre, mientras que la calle de la Claustra pasaba por delante de la fachada de la Canónica y conducía hacia las Gradas Menores. Estos son algunos de los nombres de las calles que rodeaban la catedral en época medieval. Lejos de la animación que debieron tener en aquellos tiempos, nos queda lo que no ha cambiado. Un juego de volúmenes en la iglesia que encuentra descanso en la horizontalidad del claustro y vértigo en el campanario.
Un recorrido alrededor de la catedral permite al mismo tiempo comprobar como la fachada de la catedral que mira al Castillo del Rey es sobria y austera. No pasa lo mismo en la fachada orientada al río Segre, que, libre de obstáculos para su contemplación, acaparó todo el protagonismo arquitectónico y escultórico. Las portaladas, espacios profusamente decorados, son uno de los elementos distintivos de la Seu Vella.